viernes, 13 de enero de 2012

La Pinta, La Pega y la Santa Utopía

Hemos entrado a un nuevo ciclo electoral en el pequeño país de las contrariedades, y como muchas cosas que aquí suceden y se vuelven sorprendentes por el simple hecho de ser casi irreales, ahora hay un nuevo agente en la contienda que está sobre el tapete.

Ahora la "ciudadanía honrada" muestra su indignación en todos los medios posibles por lo que algunos medios de comunicación han denominado "Pinta y Pega". Una práctica que se viene dando desde tiempos inmemoriales no solo acá, sino en muchos países pobres, países del tercer mundo. Y es que precisamente se nos ha olvidado que somos un país tercermundista. Donde los políticos hechan mano del dinero otorgado por el Estado para desarrollar su campaña, en procura de conseguir el mayor caudal de votos. Está claro que no es lo mismo imprimir e ir a pegar en todos los postes de una ciudad, de un pueblo, de un cantón la foto del candidato promovido, que pagar un carísimo spot publicitario en cualquier medio de circulación masiva. Jamás va ser igual. Por muchos factores, que los publicistas saben perfectamente bien. El "top on mind", la presencia de marca, la visualización del candidato permanentemente, es mucho mas efectivo que un anuncio entre muchos anuncios en medios que son de corta duración. Lo contrario es lo mas conveniente. Y lo saben los partidos políticos. Y lo hacen. Y lo seguirán haciendo.

No estoy defendiendo esa labor ni mucho menos. Pero me parece muy miope el creer ilusamente que con sus llamados y sus reclamos mediante llamadas telefónicas, muros de facebook, o "tweets" en Tweeter, o inclusive una ordenanza municipal, los partidos políticos van a dejar de hacerlo. Simplemente no lo harán. Por todas las líneas anotadas arriba, y muchos motivos mas que basta con platicar con la dirigencia de algún partido para que se las enumere abultadamente.

Por otra parte, cuando un ciudadano se muestra indignado, asqueado, o profundamente molesto por una propaganda que "afea" la ciudad, no puedo mas que pensar que este ciudadano es un ciudadano modelo. Que cumple con sus impuestos. Que bota la basura en su lugar. Que participa en campañas de reforestación en su ciudad, que limpia el respectivo espacio en su vivienda, en fin, que vive en una suerte de paraíso, gracias a que el o ella lo mantiene así. Todos sabemos que esto es totalmente falso. ¿Quien no ha visto al irresponsable arrojar la colilla del cigarrillo a través de su vehículo?, ver las bolsas de alimento vacías, caer desde el bus en marcha? Basta con enumerar una campaña de reforestación en la ciudad, cuando la ha habido? Y si la hay, ha tenido una respuesta contundente como la mostrada hacia la famosa campaña "anti pinta y pega"?

En líneas generales, se sabe que lo que se prohíbe, se vuelve atractivo para quienes gustan de quebrantar la ley. Entonces, que podemos hacer?

Ya que estamos presenciando una lucha que no hace mas que demostrar una vez mas lo confrontativo que es nuestra sociedad, lo intolerable, y la falta de capacidad para llegar a acuerdos, a consensos, pues no queda mas alternativa que regular. Si, regular de manera efectiva.

Una forma de regular esta práctica que indigna a tantos es firmar un acuerdo ANTES de que arranque la campaña electoral. Entre todos los partidos contendientes, comprometiéndose al restablecimiento del orden en cada lugar que alteraron con su propaganda. Que estos partidos políticos, destinen parte del gasto que les otorga el estado, para contratar cuadrillas de personal que se encargue de la limpieza de todo lo alterado. Y que la plata para esos salarios, sea depositada con antelación, por aquello de "los olvidos" de algunos a la hora de honrar sus deudas.

Esto es algo que no se hace, y por el contrario, la pinta y pega continúa no solo en San Salvador, sino en todo el país, donde es invisibilizada dada la poca importancia que tiene mediáticamente exponer, por ejemplo, la ciudad de Texistepeque.

Sería además un avance esperanzador, sobre la capacidad de nuestros dirigentes, de poder ponerse de acuerdo para encontrar un bienestar común para la sociedad en general.

martes, 10 de enero de 2012

Reacio

reacio, cia.

(Del lat. reactum, supino de reagĕre, reaccionar).


1. adj. Contrario a algo, o que muestra resistencia a hacer algo.


Partiendo de esta interpretación del diccionario de la RAE sobre el término "Reacio", es que decidí cambiar mi identidad en el Twitter a partir de una noticia indignante y por demás desalentadora.

Ayer por la mañana, se expandió casi levemente a través de los medios electrónicos la noticia del sobreseimiento definitivo, solicitado por la Fiscalía General de la República de El Salvador, para los presuntos asesinos del poeta Roque Dalton, quien fue fusilado un 10 de mayo de un lejano 1975.

Esto es parte de toda una maraña de asesinatos enmarcados en un macabro paréntesis de nuestra historia llamado Ley de Amnistía la cual ha dejado impunes todos los crímenes que se pueden clasificar como enmarcados dentro del contexto del conflicto armado.

Sin embargo, desde mi postura de ciudadano, preocupado por el inmenso aporte que Roque hizo a la pobre literatura salvadoreña, si me inquieta que una persona de tal importancia para la cultura nacional, quede en el limbo de los crímenes sin respuesta, solución y mucho menos, justicia.

Los Acuerdos de Paz, la Ley de Amnistía, y todas las demás leyes que pueden encubrir esta clase de hechos, han sido dictadas a la medida. A la medida de quienes cometieron dichos crímenes. Esto no se trata de izquierdas o derechas. Se trata de humanismo, de indignación por asesinar la voz del poeta.

Es por esto que me declaro reacio. Reacio a aceptar tal condición de seguir siendo un testigo mudo y aceptar como si nada ha sucedido, la desaparición física de alguien que nos dio tanto. Reacio a aceptar los discursos políticos que únicamente nos tratan de vender un mundo ideal, cuando ese mundo está siendo construido para ellos mismos. Reacio a seguir consumiendo sus mentiras sistemáticamente, mientras 10 a 13 ciudadanos caen muertos diariamente en este país, donde la tradición manda, que precisamente somos todo lo contrario a mostrarnos reacios frente a esta realidad que nos consume irremediablemente.