viernes, 13 de mayo de 2011

Un día en la vida. (Con el permiso de don Manlio)

Esto de madrugar si es cansado: llevo ya 8 meses en esto, pero en realidad no queda de otra. Aparte de no tener otra opción, si tomo en cuenta todo lo que hay, o lo que logré encontrar, esto es lo menos peor.

Ya estoy en pie desde las 4 de la mañana, tengo que caminar alguito para llegar hasta el lugar donde tomo el pickup que me lleva hasta Soyapango. La Berta ya está levantada también, siempre se levanta cuando yo estoy bañándome para hacerme los panes que me llevo para el trabajo. Siempre huevo, a veces frijoles y cuando hay, crema. Los siento ricos, con el café que pasa vendiendo el chamaco, quien pareciera anda fumigando con la gran caja en el lomo.

Mientras camino, voy pensando en lo que vimos ayer en la tele: dicen que aquí está jodido, que se están matando entre ellos. Yo conozco a un par de locos, los he visto "poniendo" en los buses pero conmigo se hacen los majes. Creo que saben que somos pobres, que apenas podemos con nosotros mismos, sólo yo trabajo y la Berta se dedica a cuidar a los cipotes. Los majes lo saben, lo han visto y por eso creo que no me tocan. Pero uno nunca sabe.

Ya en la polvosa hay un grupo de gente. Distingo al Carlos que va para Nejapa, la Chayo que se consiguió un trabajito allá por el Salvador del Mundo, el Seco que está de vigilante en una empresa de la Escalón, y don José que vende trapeadores en el mercado. Me saludan y los saludo pasándome de mano la bolsa con los panes, que a esta hora ya quisiera estar comiéndolos, pero tengo que esperar el café que el chamaco me fía a diario. Una cora diaria, le cancelo al quince.

El pickup viene casi vacío, somos de los primeros en subirnos. Unicamente vienen dos señoras vendedoras con sus delantales, traen unos huacales topados de tamales. Arranca el pickup, y mientras tragamos polvo, el sol anuncia un nuevo día. Este lugar es feo pero cuando está amaneciendo, se parece a esos lugares que salen en la tele, se le olvida a uno la pobreza en la cual vive.

Me limpio los burrones al bajarme del pickup, pues el jefe siempre dice que tenemos que andar bien presentables para los clientes, creo que tiene razón porque ya han habido veces que las secretarias de las recepciones se nos quedan viendo de pies a cabeza para ver si andamos limpios. Algo debe tener de razón.

La 7 si viene topada. Hasta guindados. Pasa que viajan los estudiantes y por eso se topa y los motoristas no paran de meterle gente y gente hasta que no quepa más. Me meto como puedo y le doy los 20 centavos estirándome olímpicamente para hacerle llegar las monedas al motorista, pero siempre cuidando mi bolsita con los panes, que a esta hora ya parecen tortillas. Me voy metiendo como una culebra en medio de toda la gente, va de todo: Señoritas bien bonitas y maquilladitas, cipotes con los pelos parados como está a la moda, señores con sus grandes bolsos de albañil, señoras de los mercados, señoras amamantando cipotíos, bichos dormidos en los brazos de las señoras, hombres con el gran patín a guaro, todo el bus huele a todos los olores que allí van encerrados. Todos los días es así. Ya a esta hora son las 6:30 cuando damos la vuelta por el hiper. Y la gran trabazón. Algunos se entretienen viéndole las nalgas a las mujeres, otros viendo para otros buses, una señoras leyendo la Biblia. Yo me entretengo viendo a los otros.

Al fin me bajo para agarrar el último bus que me toca, para poder llegar antes de las 8 al trabajo. El otro bus viene relativamente vacío, casi como siempre. Pero se suben dos locos que ya me los puedo, yo se que se han subido a poner. Tristemente, decido bajarme como dos paradas antes, pero es que no llevo más cosas de valor que el celular sin saldo además de mis pancitos, pero estos locos tienen fama de que si uno no les da nada, lo joden a uno sin dudarlo.

Al fin llego. Me trago los panes, y con agua, pues el chamaco del café ha pasado antes de que yo llegara. Nos ponemos a cargar el camión. Mientras cargo, pienso en mi cipota que la he tenido con calentura estos días pasados. Ojalá que ahora que llegue ya esté mejor. Nos vamos, llevamos una gran ruta: vamos fuera de San Salvador y al regreso tenemos un cliente por la entrada de Nejapa.

El camino va bien, nos vamos oyendo a la Choly y sus leperadas, de voladas a mi no me gusta mucho, pienso que mis cipotes aunque pobres, deberían ser educados. Yo siempre quise ser educado pero mis tatas no pudieron darme el estudio. Pero aquí ando pelándome el lomo para que no le pase lo mismo a mis bichos.

Hacemos el primer reparto sin problemas, el de la bodega que recibe, es un poco amanerado: siempre que llego me pregunta que como estoy, si no necesito alguna cosa, que si quiero algo que le diga. Yo se que es lo que quiere, dicen que a un bato que estuvo antes, lo puso bien catrín. Yo como siempre, lo jodo y no le sigo la corriente.

Nos vamos para donde el otro cliente, el segundo. No se de donde, me pareció reconocer un lugar así. Creo que en el diario de ayer que me prestaron en la bodega vi una foto de este lugar. Recordando esto iba cuando se nos pusieron tres majes enfrente del camión. El Gaveta no hizo nada, solo frenó y se puso como papel. Yo igual, no sabía que hacer. Los majes nos estaban apuntando, los tres con sus cuetes negros. Se acercaron a las dos puertas sin dejar de apuntarnos, y nos pidieron el dinero, que no andábamos porque el producto no nos lo pagan a nosotros. Como el Gaveta les dijo eso, nos ordenaron bajarnos. Reconocí a uno. El me reconoció a mi también. Me dijo que de donde era. Le respondí.

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"Esta mañana, dos trabajadores de una empresa repartidora de productos lácteos, fueron asesinados a balazos en una zona rural.
No se reportan capturas hasta el momento".

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